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lunes, junio 09, 2008

EN REALIDAD POR QUÉ CELEBRAMOS NUESTRO ORGULLO?


Durante el mes de mayo y junio hemos tenido toda clase de manifestaciones sobre el rechazo a la homofobia y la búsqueda de los derechos de nuestra comunidad LGBT, pero la otra cara de la moneda muestra como en casos tan mencionados como el de los turistas españoles encarcelados en Gambia por su condición sexual es el sinónimo de como todavía son mas los países que rechazan la homosexualidad que aquellos que lo aceptan y lo adoptan.

"En muchos paises personas son encarlcelados por haber cometido un gravísimo delito: ser homosexuales. ¿En qué mundo vivimos? En muchos países sigue habiendo leyes que igualan a los homosexuales con asesinos, terroristas o delincuentes de mala calaña. ¿Nadie piensa hacer nada para acabar con eso? ¿La ONU tampoco actuará? Las Naciones Unidas no tiene una actitud beligerante a la hora de defender a los homosexuales. La homosexualidad no es un derecho, forma parte de la condición humana. La ONU debe defender a todos los seres humanos independientemente de su género, raza, religión o condición. En algunos países se condena la homosexualidad incluso con la pena de muerte. Ésta no es una cuestión religiosa, es una cuestión de justicia. Pero Naciones Unidas fue creada para garantizar los derechos de los seres humanos. El derecho a la propia sexualidad debe protegerse, a toda costa. " (Albert Montagut En Poner fin a la homofobia)

En el marco de tantas celebraciones sobre el orgullo Gay y marchas en cada ciudad principal del mundo en países como Turkia, Italia, España, México y próximamente Colombia, quiero compartir este articulo publicado sobre el Orgullo Gay, un texto que muestra la perspectiva de nuestra comunidad, el inconformismo que muchos de nosotros tenemos sobre la sociedad y el de la sociedad con nosotros. Simplemente leamos y hagamos un examen de conciencia sobre lo que significa tener nuestro propio Orgullo y hasta donde ese orgullo nos lleva a hacer parte real de una comunidad que busca sus derechos y su reconocimiento en todo ámbito sea este social, jurídico, político o Humano.

Qué papel estamos jugando en medio de sentir El Orgullo Gay?.

Giovanny


ORGULLO DE SENTIR, PENSAR Y HACER EL ACTIVISMO POR LA NO DISCRIMINACION

Por Rolando Jiménez Pérez


¿De qué debieran sentirse orgullosas/as lesbianas, gays, transexuales o bisexuales (LGBT)? ¿Del simple hecho de ser LGBT?

Si aceptáramos que una determinada orientación sexual o identidad de género (ambas características naturales en las personas) derivan en virtudes, intereses, discursos, conductas y compromisos comunes a todo un colectivo, más aún que generan una cultura específica, supondríamos que el sólo hecho de “ser LGBT” predestina a un específico modo de vida, tal y cual lo vienen pregonando y defendiendo algunos movimientos sociales inspirados en el comunitarismo.

Sosteniendo, con mucho idealismo, que además en ese “modo de vida” confluyen sólo virtudes, el orgullo por “ser LGTB” estaría quizás justificado. Pero la realidad no es así, el “ser LGTB” no condiciona a nada en específico y las únicas semejanzas que pueden encontrarse en las individualidades de esta población son el amar o desear a personas de un mismo sexo, en caso de hombres y mujeres homosexuales, o el pertenecer a una identidad de género minoritaria, en el caso de transexuales y basándonos, sólo para estos efectos, en una mirada estrictamente cuantitativa.

Otro denominador común es la discriminación brutal; legalizada con la inhumana pena de muerte en algunos países; que afecta a las personas sólo por “ser” LGTB y que; bien para los comunitaristas y mal para los integracionistas; puede llevar a la construcción de guettos.

Pero nótese que incluso “siendo” parte de nuestra población se puede potenciar la homofobia o la transfobia desde una práctica individual o coordinada, como ocurre en el caso de personas LGBT que establecen complicidades y trabajos conjuntos con sectores históricamente discriminadores con el único fin de perpetuar las exclusiones mediante variados procedimientos religiosos, políticos, económicos o culturales.

El orgullo debiera emerger, en consecuencia, de la forma como determinados/as lesbianas, gays, transexuales o bisexuales se “paran” frente al mundo para combatir las injusticias, las desigualdades y la discriminación basadas en la orientación sexual, la identidad de género o cualquier otra condición biológica, social, psicológica o cultural, por mencionar algunas.
Y estas “paradas” pueden ser de las más diversas y no exclusivas de un activismo coordinado, pues hay personas LGTB, que sin militar en un movimiento se enfrentan en su respectivos espacios socio-geográficos en contra del conservadurismo y de la intolerancia homo-transfóbica a través de acciones que quizás nunca son conocidas en lo público, pero que en lo privado están contribuyendo a remover los prejuicios.

La casi totalidad de la población LGTB no está organizada por la defensa de sus derechos humanos, pero un porcentaje importante, que va en sostenido ascenso, no permite en sus específicos mundos los atropellos. Y eso es motivo de orgullo, pero no en su acepción clásica.

De acuerdo a la Real Academia Española el orgullo es “arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas”, es decir, es pura frivolidad aristocrática que se contrapone con los principios más universales de los derechos humanos.

El Orgullo de LGTB es la liberación y la alegría por la promoción de la justicia e igualdad de derechos. Es el combate a la discriminación basada en la orientación sexual o la identidad de género. Es una nueva acepción que con el correr de los años y las experiencias, los movimientos LGBT han ido redefiniendo con ideas que aún no llegan a un consenso, pero que, sin duda, coinciden en que el orgullo está vinculado a un rechazo y/o combate a la discriminación.

Mirado así, el activismo por los derechos LGTB también puede ser otro motivo de orgullo, no en vano tal concepto fue asociado a las minorías sexuales en honor al enfrentamiento inédito contra la represión homofóbica-policial que tuvo lugar el 28 de junio de 1969 en el bar Stonewall de Nueva York y tras el cual se avanzó hacia coordinaciones más institucionalizadas por la defensa de derechos.

Pero para que el activismo sea motivo de orgullo, la dedicación a la defensa de los derechos humanos debe ser a toda prueba, al igual que la atención y el respeto a la dignidad de las personas afectadas en forma directa por la homofobia o transfobia. Tales principios están por sobre los necesarios movimientos políticos o ideológicos que conlleva toda causa.

La homofobia y la transfobia no son conceptos abstractos, pues se personifican en victimarios y víctimas de la discriminación, siendo estas últimas la principal razón por la que se fundaron movimientos de minorías sexuales en el mundo.

Las organizaciones LGBT no debemos perder de vista que al luchar contra las exclusiones y los poderes homo/transfóbicos, el objetivo final es contribuir a mejorar la calidad de vida de todos y todas, a objeto de garantizar igualdad plena y universal de derechos.

Las teorizaciones sobre minorías sexuales, los lobbys por la igualdad de derechos, las relaciones intra-movimientos LGTB, la tareas de incidencia ante los órganos del Estado, pierden su alma y esencia si se olvidan de lo humano, si se olvidan de las víctimas de la discriminación y si estas pasan a ser la justificación de un mero discurso, de una estrategia de visibilidad, de una ideología o de un accionar político.

Un genuino activismo no es sólo razón. Es también pasión, emoción, dedicación y vocación de servicio público y social que pone a las/os afectados/as por la discriminación en primer lugar y antes que todo. Y todo, es todo, sino no hay pasión, no hay humanidad y la razón termina explicando los hechos sin importar si están dando cuenta real y genuina de lo que sucede en un determinado contexto.

Las personas, sobre todo las que presentan algún tipo de vulnerabilidad, no necesitan que “cabezas brillantes” las interpreten y diagnostiquen, menos con teorías o teóricos que son extranjeros en sus realidades.

En Latinoamérica esta intervención ha sido brutal, a un punto que la academia y gran parte de los movimientos sociales (incluyendo algunos anti-globalización que tanto critican cualquier intervención externa) tienen como gurús, guías o maestros a teóricos o investigadores de otras zonas, como si en la nuestra no existieran o como si quienes viven una situación supieran menos de si mismos que quienes son meros espectadores.

Las personas son protagonistas de su historia y las más idóneas para explicar, o si se quiere teorizar, su propio contexto son ellas mismas, o al menos a quienes democráticamente encomienden esa tarea. Las personas son, en síntesis, sujeto/as/ productores/as y no objetos/productos de su realidad.

Cuando lo anterior no se tiene internalizado, en el sentir y el pensar, los/as afectados/as por la homo/transfobia pasan a ser para el movimiento LGTB lo mismo que el común de los ciudadanos es para gran parte de los partidos de América Latina: meras piezas de un juego político, donde el populismo y la verborrea se imponen sobre la atención que una persona dañada en su integridad merece recibir con urgencia, celeridad y humanidad.

Las víctimas de la discriminación no son la justificación de un discurso libertario u orgulloso. Menos la teorización de una mente foránea. Son la razón de ser del activismo y por ellas es que los movimientos LGTB deben darlo todo, dejando de lado cualquier acción que entorpezca o dificulte la lucha contra la homofobia y la transfobia. Si ello no es así, se está en presencia de un activismo acomodaticio a los juegos políticos, se dé éste entre los movimientos LGBT o en su relación con el resto de la sociedad, lo cual, desde toda mirada no es motivo de orgullo.

El orgullo de “hacer” activismo jamás pierde el norte, en ningún contexto olvida su razón de ser y da a su razón de ser; los/as afectados/as por la discriminación; la voz y el protagonismo que merecen, el mismo que les ha sido negados por otros/as durante siglos.

El orgullo de “hacer” activismo jamás utiliza el nombre de las víctimas para sus fines políticos, sino que las atiende, ayuda y en conjunto con ellas define que tipo de defensa y apoyo desean y en que contexto.

El orgullo de “hacer” activismo trabaja a toda prueba por un mundo mejor y levanta al trabajo voluntario como su bandera de lucha. Jamás la carencia de recursos económicos lo inmoviliza.

El orgullo de “hacer” activismo entiende y comprende que la discriminación nunca “sale de vacaciones” por lo que está siempre alerta y, por lo mismo, no puede funcionar como un órgano privado o de Estado, que tras terminar su “jornada laboral” cierra la cortina sin importar lo que pase.

El orgullo de “hacer” activismo es aquel que propone, trabaja, ejecuta y, en el mejor de los casos, consigue acciones y logros concretos para mejorar la calidad de vida de la población LGTB y para derribar los muros de la homofobia/transfobia. No basta, en consecuencia con aquellos discursos anti-discriminatorios o perfomances que se los lleva el viento y que tienen nulo impacto en el combate contra la discriminación. Discurso y práctica deber ir unidos, pues para demagogia y populismo ya tenemos suficiente en el mundo!

El orgullo de “hacer” activismo impide que el accionar de un determinado movimiento LGBT afecte la calidad de vida de las minorías sexuales, corrompa la defensa de los derechos humanos o utilice a gays, lesbianas, bisexuales o transexuales sólo para fines corporativistas o personalistas.

El orgullo de “hacer” activismo valora, respeta y visibiliza los aportes de terceros en contra de la discriminación, celebrándonos porque van en beneficio de todos y todas.

El orgullo de “hacer” activismo defiende, apoya y solidariza con otros/as activistas afectados/as por algún problema social, económico, político, cultural o de salud.

El orgullo de “hacer” activismo es sentir, pensar y hacer a favor de los/as afectados/as por la homo/transfobia, lo que jamás debe ser igual a sentir, pensar o hacer por ellos/as con el objeto de explicar o justificar una determinada y válida ubicación o identificación partidaria o ideológica.

El orgullo de “hacer” activismo comparte con sus pares los fracasos y éxitos con igual fuerza e interés y asumiéndolos como propios, además de creer con alegría en la bondad, en la honestidad y transparencia que se deducen de las acciones de otros/as.

El orgullo de “hacer” activismo (re)vive y (re)construye su historia respetando la verdad de los hechos, sin alterar o censurar los sucesos, y llega a su propia interpretación o subjetividad sólo sobre esa base y sobre la consideración de todas las miradas, sin ocultar ninguna y menos sin adecuarlas a ideas pre-establecidas que legitiman justamente aquello contra lo cual se lucha: los prejuicios.

El orgullo de “hacer” activismo es riguroso en cada una de sus intervenciones, define con inteligencia sus estrategias y; de manera explícita o implícita, oculta o expuesta; avanza sin transar hacia la igualdad plena de derechos para todas las personas, planeando acciones de corto, mediano y largo plazo que deriven en la obtención de pequeños logros y en la posterior consolidación y obtención de transformaciones históricas y contundentes.

El orgullo de “hacer” activismo es transversal y horizontal en sus compromisos y tareas, jamás es vertical, ni menos elitista: en un mismo día puede dialogar con las cúpulas de cualquier poder del Estado, tener alta presencia mediática y tomar una escoba para barrer y limpiar los baños de la sede de su organización, si es que la tiene. Sino la tiene, presta su casa.

El orgullo de “hacer” activismo se une a otras causas por la defensa de derechos humanos, considerándolas a todas importantes y necesarias para la legitimidad de sus propios principios.

El orgullo de “hacer” activismo se enfrenta, y se es necesario se introduce, en el centro de la homofobia y la transfobia para combatirla con fuerza dialogada o protestante y jamás para marginarla, pues ello perpetúa los focos de la discriminación que se reproducen como virus. Si de cambiar la homo/transfobia se trata, la movilización y las estrategias deben apuntar a quienes la potencian. Ser liberal y no discriminatorio en espacios liberales y no discriminatorios, no tiene nada de activismo. El cambio se produce justamente cuando hay cambios!

El orgullo de “hacer” activismo lucha por la liberación y auto-representación de las de las personas (jamás es paternalista) y porque en el futuro las denominaciones “gay”, “lesbiana”, “bisexual”, “transexual”, “homosexual” y “heterosexual” no sean necesarias para nada y en ningún lado.

El orgullo de “hacer” activismo lucha por la integración. No por esa integración conceptualizada por algunos teóricos críticos que la ven como una entrada sometida a un sistema opresor. Por el contrario, y al igual que el concepto de orgullo, crea desde su autonomía su propia acepción. Lucha así por la integración de diversas partes, pero donde ninguna de ellas transa su identidad, por el contrario potencia, a veces con armonía otras con tensión, la diversidad de sus componentes, sin perder jamás el alma o espíritu de cada uno de ellas.

El orgullo de “hacer” activismo es, en síntesis, un proceso en permanente movimiento, que tiene comprometido a todo el “ser”. Es una genuina vocación por el bien que merece ser celebrada con orgullo en todo espacio donde exista!

*Presidente Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh).
www.movilh.cl

1 comentario:

Monchis dijo...

Hola Gino,

Por acá en MEdellín la marcha se está haciendo como hace unos 15 años que yo recuerde.

Me llena de optimismo que cada año son mas las personas que salen a desfilar... personas comunes y corrientes que muestran su alegría por simplemente ser.

Yo estaré como siempre participando.

Saludos,

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